25 de noviembre de 2019
Foto: Ricardo Stuckert

Vea el discurso abajo:

Lea el discurso de Lula:

Compañeros del PT,

Invitados de todo Brasil y otros países,

Mis amigas, mis amigos,

Esperé mucho tiempo para poder hablar libremente con el pueblo brasileño. Ese día finalmente ha llegado, y mi primera palabra debe ser de agradecimiento, por la solidaridad, el afecto y las manifestaciones de aquellos que no han dejado de luchar y continuarán luchando por la verdadera justicia.

Durante 580 días estuve aislado de familiares, amigos y compañeros, apartado de las personas, a pesar de que tenía el derecho constitucional de apelar libremente contra la sentencia injusta y fraudulenta de un juez parcial. Un derecho que ahora ha sido proclamado por la Corte Suprema Federal para todos sin excepción.

Con las armas de la verdad y la ley, continuaré luchando para que los tribunales reconozcan ahora que fui condenado por alguien que ni siquiera podría haberme juzgado: un ex juez que actuó fuera de la ley, vigiló a abogados, mintió al país y a los tribunales, antes de alcanzar sus objetivos políticos. Lucharé para anular la sentencia y darme el justo juicio que no tuve.

A los 74 años de edad, no tengo espacio en mi corazón para el odio y el rencor. Pero cualquiera en este país que haya sufrido la humillación de una falsa acusación debido al color de su piel o su humilde origen social sabe qué significa el peso del prejuicio y puede sentir lo lastimado que estaba en mi dignidad. Y eso no se borra.

Nada ni nadie devolverá la parte rota de mi existencia, pero quiero decir que aproveché estos 580 días para leer, estudiar, reflexionar y reforzar mi compromiso con Brasil y con nuestra gente que sufre. Regresé con gran deseo de hablar sobre el presente y especialmente sobre el futuro de Brasil.

Pero justo después de mi primer discurso, de regreso al sindicato donde pasé el último momento de libertad, me dijeron que debía tener cuidado de no polarizar el país. Que sería mejor silenciar ciertas verdades para no perturbar el entorno político, para que el PT no represente una amenaza para la democracia.

Aclaremos una cosa: si hay un partido identificado con la democracia en Brasil, es el Partido de los Trabajadores. El PT nació luchando por la libertad durante la dictadura. Que no intenten negar esta verdad, porque fuimos golpeados en los tiempos de represión, fuimos perseguidos, arrestados y enmarcados por la Ley de Seguridad Nacional por defender esta idea – la libertad.

Desde su creación, desde hace casi 40 años, el PT ha disputado legal y pacíficamente todas las elecciones en este país. Cuando perdimos, aceptamos el resultado y nos opusimos, como lo determinó la urna. Cuando ganamos, gobernamos con diálogo social, participación popular y respeto por las instituciones.

Otros partidos que se eligieron han cambiado las reglas de reelección para su propio beneficio. Nosotros rechazamos esta idea, aunque gozábamos de niveles de aprobación que ningún otro gobierno ha tenido. Así actuamos porque siempre entendemos que uno no puede jugar con la democracia.

No hablamos de cerrar el Congreso, y mucho menos la Suprema Corte, con un cabo y un soldado (como en el gobierno actual). En nuestros gobiernos, las Fuerzas Armadas fueron respetadas y los líderes militares respetaron las instituciones, cumpliendo estrictamente el papel que la Constitución establece para ellos. Ningún general golpeó la mesa o se enfureció contra los líderes políticos.

No fuimos nosotros quienes solicitamos la cancelación de las elecciones solo para desgastar al partido ganador; nosotros no saboteamos la economía del país para forzar un juicio político sin crimen; no sostuvimos una mentira judicial y mediática para sacar al candidato principal de la carrera electoral.

No fuimos responsables, activos u por omisión, de la elección de un candidato con aversión a la democracia; o quien se libró de enfrentar el debate sobre las propuestas de gobierno, tampoco establecimos una industria de mentiras con dinero sucio, bajo la complacencia de la misma Justicia Electoral que, al desobedecer a una decisión de Naciones Unidas, eliminó al candidato que podría derrotarlo.

Estas son las personas que ahora nos dicen que no polaricemos el país. Como si la polarización fuera sinónimo de extremismo político e ideológico. Como si Brasil no hubiera estado polarizado durante siglos entre los pocos que tienen todo y los muchos que no tienen nada. Como si fuera posible no oponerse a un gobierno de destrucción del país, que destruye a los derechos, la libertad e incluso la civilización.

Para aquellos que critican o temen la polarización, debemos tener el coraje de decir: sí, somos lo contrario de Bolsonaro. No podemos quedarnos en cima del muro o por la mitad de camino: estamos en oposición y nos opondremos a este gobierno de extrema derecha que genera desempleo y exige que los desempleados paguen la cuenta.

Nos oponemos a un gobierno que rompe las leyes laborales y los derechos de los trabajadores y reduce el valor real del salario mínimo.

Nos oponemos a un gobierno que aumenta la pobreza extrema y trae de vuelta el flagelo del hambre, que destruye el medio ambiente, que ataca a mujeres, negros, indígenas y la población LGBT; ataca a cualquiera que se atreva a estar en desacuerdo.

Sí, somos radicales en la defensa de la soberanía nacional, de la universidad pública gratuita, del sistema unificado de salud pública, gratuito y universal. No somos media oposición; Somos oposición y media a los enemigos de la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología. Ya no aceptamos censura, tortura, AI-5 y persecución de opositores políticos.

Están negando esta verdad científica, pero sí, la tierra es redonda, y sí, nosotros estamos en polos opuestos: a medida que siembran odio, les mostraremos qué puede hacer el amor por este país.

Compañeros, se ha dicho que el PT nació para cambiar a Brasil. Y ha cambiado. Porque traemos, desde el origen, nuestro compromiso con los trabajadores, los pobres, aquellos que han llevado el peso de la exclusión y la desigualdad durante siglos. Porque por primera vez hicimos un gobierno para todos los brasileños, y eso marcó la diferencia en nuestro país.

Si fuera a gobernar solo para una parte de la población, Brasil no necesitaría el PT.

Para que el mercado solito decida quién puede y quién no puede jubilarse, o cuánto costará el gas de cocina, el combustible y la electricidad, solo con fines de lucro, Brasil no necesitaría el PT.

Si fuera para entregar a los extranjeros nuestra riqueza natural, el petróleo, el agua, las empresas que construyó el pueblo brasileño, Brasil no necesitaría el PT.

Si fuera para quemar el bosque, envenenar la comida con pesticidas, dejar crímenes impunes como los derrames de minería de Mariana y Brumadinho, para ignorar los desastres como el derrame petróleo en la costa noreste, entonces ¿quién necesitaría el PT?

Para que el hijo del rico estudie en las mejores universidades del mundo y el hijo del trabajador tenga que abandonar la escuela para mantener a su familia, para eso, Brasil no necesitaría el PT.

Si es para que algunos tengan una mansión en Miami y muchos vivan debajo del puente; para que los ricos estén exentos incluso del impuesto sobre herencias, mientras el trabajador carga con el peso del impuesto sobre la renta, entonces Brasil no necesitaría el PT.

Para mantener la concentración de ingresos más escandalosa en el planeta Tierra, para que los ricos sigan siendo más ricos y los pobres se vuelvan más pobres a cada día, allí es donde Brasil no necesitaría el PT.

Sin embargo, el mayor enemigo de Brasil hoy y desde siempre es la desigualdad, esta brecha vergonzosa en la que el 1% de la población posee el 30% del ingreso nacional y la mitad más pobre el 17% – las migajas de un banquete indecente.

Pero si este país quiere superar la inmensa herida de la desigualdad, recuperar la soberanía y su lugar en el mundo, si se quiere volver a crecer en beneficio de todos los brasileños, el Partido de los Trabajadores es más que necesario: es esencial.

Esta es la gran responsabilidad que estamos recibiendo. Brasil nunca ha necesitado tanto al PT. Y el PT tiene que ser lo suficientemente grande como para igualar lo que el país espera de nosotros. Debe estar unido, fuerte y cada vez más conectado con el pueblo brasileño.

Tenemos la responsabilidad de renovar el partido, entender lo que ha cambiado en la sociedad brasileña durante estos 40 años y buscar las respuestas a los nuevos desafíos. Fuimos forjados en la lucha en defensa de la clase trabajadora.

El peso de la injusticia actual recae sobre los conductores por aplicativos, los jóvenes que pierden su salud y arriesgan sus vidas haciendo entregas en motocicletas, bicicletas o incluso a pie. Aquellos que no tienen a nadie a quien recurrir por sus derechos, porque la única relación laboral que conocen no es un contrato de trabajo, sino un teléfono celular que necesitan estar siempre recargando desesperadamente.

Este es el lugar dejado para los desheredados de un modelo neoliberal excluyente cada vez más inhumano. Un mundo en el que el mercado es dios y en el que la solidaridad deja de ser un valor universal, porque fue reemplazada por una feroz competencia individualista.

Es con este nuevo mundo que el PT necesita dialogar, sin renunciar a nuestros compromisos históricos, manteniendo una base firme en el presente y siempre apuntando hacia el futuro. Si las formas de explotación han cambiado, la injusticia y la desigualdad permanecen y son cada vez más crueles. Debemos ser más organizados, más fuertes, más conscientes y más decididos que nunca para construir un país más generoso, solidario y justo. Es por eso que Brasil necesita tanto al PT.

Compañeros, salvar al país de la destrucción y el caos social que este gobierno está produciendo no es tarea de un solo partido. Fuimos elegidos y gobernamos en alianza con otras fuerzas del campo popular y democrático. Por mucho que intenten aislarnos, estamos juntos en la oposición, con los partidos de centro izquierda y con los movimientos sociales, centrales sindicales e importantes líderes de la sociedad.

Aunque muchos han cometido errores antes y después de nuestros gobiernos, es solo al PT a quien se exige “autocrítica”, aunque la hacemos todos los días. De hecho, quieren de nosotros un acto humillante de contrición, como si tuviéramos que pedir perdón por continuar existiendo en los corazones del pueblo brasileño, a pesar de todo lo que han hecho para destruirnos.

Necesito decirles algunas verdades sobre esto.

El mayor error que cometimos fue el de no haber hecho más y mejor, de una manera tan contundente que nunca se pudiera volver a gobernar este país en contra del pueblo, en contra de los intereses nacionales, en contra de la libertad y la democracia, como lo hacen hoy.

Deberíamos haber hecho más universidades de las que hicimos, más reforma agraria, más Luz Para Todos, más Minha Casa Minha Vida, más Bolsa Família y más inversión pública.

Hubiéramos hablado mucho más con la gente y los trabajadores, hablado más con los jóvenes que no vivieron el tiempo en que Brasil fue gobernado para unos pocos y no para todos.

También debimos haber trabajado mucho más para democratizar el acceso a la información y a los medios de comunicación, apoyar más radios comunitarias, fortalecer la televisión pública, la prensa regional y el periodismo independiente en Internet.

Antes de que la Red Globo me acuse de nuevo por lo que yo no dije y ni hice, que no se atrevan a compararme con el presidente que ella ha elegido. Nunca amenacé y nunca amenazaría con revocar arbitrariamente una licencia de televisión, a pesar de que fui atacado sin derecho de respuesta y censurado, como lo soy, por el periodismo de la Globo.

Siempre dije que nunca habría llegado adonde llegué si no hubiera luchado por la libertad de prensa. Hoy entiendo con gran convicción que la libertad de prensa tiene que ser un derecho de todos, no puede ser el privilegio de algunos pocos.

Un grupo familiar no puede decidir por sí mismo qué es noticia y qué no lo es, basándose únicamente en sus intereses políticos y económicos.

Entiendo que democratizar la comunicación no implica cerrar determinada red de televisión, sino abrir muchas otras. Es llevar adelante la regulación constitucional que se ha estancado durante 31 años, esperando por un momento de coraje del Congreso Nacional. Es hacer cumplir la ley del derecho de respuesta. Y es principalmente abrir más escuelas y universidades, brindando más información y generando conciencia para que las personas puedan libertarse de los monopolios.

Finalmente, creo que deberíamos haber luchado con más voluntad y organización, fortaleciendo aún más la democracia, para nunca permitir que Brasil vuelva a tener un gobierno de destrucción y exclusión social, como ha tenido desde el golpe de 2016.

La autocrítica que Brasil espera es la de aquellos que apoyaron, en los últimos tres años, la implementación del proyecto neoliberal que no funcionó en ninguna parte del mundo, que destruirá el sistema público de jubilaciones y pensiones y que, en lugar de generar los empleos que las personas necesitan, está implementando nuevas formas de explotación.

La autocrítica que la democracia y el estado de derecho esperan es de aquellos que, en los medios, en el Congreso, en el sector judicial y de la fiscalía, han promovido, supuestamente a nombre de la ética, la mayor farsa judicial que este país haya presenciado.

El mundo de hoy sabe que, a diferencia de la lucha contra la impunidad y la corrupción, Lava Jato se ha corrompido y corrompió el proceso electoral y una parte del sistema judicial brasileño. Dejó impunes a docenas de criminales confesos a quienes Sérgio Moro perdonó y que siguen siendo muy ricos.

¿Cómo pueden decir que lucharon contra la impunidad si al menos 130 de los 159 acusados que él mismo condenó fueron liberados? Negociaron todo tipo de beneficios con delincuentes confesos, incluso vendieron el perdón – lo que la ley no permite, a cambio de cualquier palabra que perjudicara a Lula.

¿Qué es esa ética que condena a 2 millones de trabajadores al desempleo sin derecho a apelación, destruyendo empresas para salvar a los patrones acusados de corrupción?

No tiene moral, no tiene autoridad para hablar de ética el juez que encubrió a los fiscales Daltan Dallgnol y Rodrigo Janot cuando ellos entregaron a Petrobras a los tribunales de los Estados Unidos, un crimen de lesa-patria que ha costado casi $ 5 mil millones de dólares al pueblo brasileño.

Tenemos mucho que hablar sobre ética, sobre la lucha contra la corrupción y el combate a la impunidad. Pero, sobre todo, tenemos que decir la verdad.

Mis amigos, algunos “maestros del dios mercado” abogan por un modelo suicida de austeridad fiscal y reducción del estado, que no ha funcionado en ninguna parte del mundo. Contaban con el apoyo de los medios y las instituciones para culpar a los gobiernos del PT por todas las cosas malas en Brasil. Mentían que, al sacar al PT del gobierno todos los problemas se resolverían, gracias al mercado y al ajuste fiscal. Pero los problemas empeoraron aún más.

Los indicadores económicos de Brasil empeoraron: la caída de la balanza comercial, la economía paralizada, los sectores industriales destruidos, la inexistente inversión pública y privada, el déficit de las cuentas aumentó irresponsablemente por razones políticas. El costo de vida para los pobres ha aumentado y la gente ha vuelto a cocinar con leña porque no pueden pagar el gas.

Tenemos que decir algunas verdades sobre eso también. La primera de ellas es que Brasil aún no ha ido a quiebre debido a la herencia de los gobiernos del PT. Debido a los 370 mil millones de dólares en reservas internacionales que hemos acumulado y este gobierno quiere quemar para pagar intereses. Brasil está de pié debido a que nuestro gobierno abrió la economía a los mercados internacionales, pero este gobierno la está cerrando, con una política exterior irresponsable. El país aún no quiebra debido a las reservas de petróleo del pre-sal que descubrimos y ahora están vendiendo (los pozos de Bahía de las Almas).

Brasil solo no está experimentando una agitación social extrema todavía, debido a la herencia de los gobiernos del PT. Porque no pudieron cerrar el Bolsa Familia, el último recurso de millones de personas desheredadas. Porque millones de familias todavía producen en el campo, donde nuestros gobiernos llevaron agua, energía, tecnología y recursos. Y también porque aún no han podido destruir los sistemas de salud pública, educación y seguridad social, pero eso inevitablemente va a ocurrir con la política criminal de recortar la inversión pública.

Siempre he creído que el pueblo brasileño es capaz de construir una gran nación, a la altura de nuestros sueños, de nuestras inmensas riquezas naturales y humanas, en este lugar privilegiado en el que vivimos. Ya hemos demostrado que es posible superar el atraso, la pobreza y la desigualdad desafiando poderosos intereses contrarios al país y al pueblo.

Soberanía significa independencia, autonomía, libertad. Lo contrario es dependencia, servidumbre, sumisión. Esto es lo que está sucediendo hoy. Están entregando criminalmente a otros países las compañías, bancos, petróleo, minerales y activos que pertenecen al pueblo brasileño. Traicionar la soberanía es el mayor crimen que un gobierno puede cometer contra su país y su gente.

La Petrobras está siendo recortada en pedazos y vendida a sus competidores extranjeros.

Que se pongan en alerta aquellos que se aprovechan de esta fiesta de entreguismo y privatizaciones depredadoras, porque eso no durará para siempre. El pueblo brasileño encontrará formas de recuperar lo que les pertenece. Y sabrá cómo acusar y cobrar por sus crímenes a quienes traicionan, entregan y destruyen el país.

Tan importante como defender el patrimonio público en peligro de extinción es preservar los recursos naturales y nuestra rica biodiversidad. Utilizar este patrimonio, fuente de vida, con responsabilidad social y ambiental.

Un país que no garantiza una educación pública de calidad para todos sus niños, adolescentes y jóvenes no se está preparando para el futuro.

Pero parece que empujaron por la fuerza a Brasil en una máquina del tiempo y nos enviaron de vuelta a un pasado que ya habíamos superado. El pasado de la esclavitud, del hambre, del desempleo masivo, de la dependencia externa, la censura, el oscurantismo.

Brasil necesita embarcar otra vez al futuro. Y no hay nadie mejor para pilotear esta máquina del tiempo que la juventud de ese país. Porque este joven, ya sea blanco, negro o indígena, quiere educación de calidad, conocimiento y el retorno del trabajo decente, sin alienación y sin humillaciones.

Este joven quiere y merece un mundo mejor que este en el que vivimos.

Hoy estoy a disposición de Brasil para contribuir en este viaje hacia una vida mejor, una vida plena, especialmente para aquellos que no pueden ser abandonados en el camino.

Sin odio ni rencor, porque éstos no construyen nada, pero conscientes de que el pueblo brasileño quiere reanudar la construcción de su destino; debemos hacer juntos un Brasil soberano, democrático y justo, donde todos tengan las mismas oportunidades para crecer y soñar.

¡El futuro será nuestro, el futuro será de Brasil!

¡Muchas gracias!

Luiz Inácio Lula da Silva

Traducción: Cristina Gomes