22 de noviembre de 2019
Foto: Ricardo Stuckert

En abril del pasado año, mis opositores políticos celebraron cuando, después de un proceso judicial altamente partidista y tendencioso, me enviaron a la ciudad de Curitiba, en el sur de Brasil, para cumplir una sentencia ilegítima, en régimen cerrado.

Ellos esperaban aplastar mi espíritu y borrarme del mapa político. Pero la experiencia solo ha revitalizado y fortalecido mi compromiso, y ahora me siento listo para enfrentar los problemas de Brasil y contribuir para un mundo mejor para la mayoría, no sólo para unos pocos privilegiados.

Los 580 días que pasé en prisión, prácticamente aislado, resultaron ser algunos de los más transformadores de mi vida política. Desde mi celda, pude contemplar profundamente los problemas que nuestra sociedad afronta.

La parte más difícil de soportar una detención ilegal fue haber sido impedido de participar de la campaña electoral presidencial del pasado año. Ciertamente le duele al actual presidente brasileño, Jair Bolsonaro, saber que no me habría vencido en aquella elección sin la actuación del exjuez Sergio Moro, actualmente su Ministro de Justicia.

Juristas, abogados y estudiosos de todo el mundo se sorprendieron de la parcialidad de mi juicio. Brasil incluso ignoró la solicitud del Comité de Derechos Humanos de la ONU para que yo pudiera presentar me candidatura hasta que mis “apelaciones ante los tribunales concluyeran en procedimientos judiciales justos”.

Como presidente de Brasil, introduje amplias reformas para permitir a las agencias federales combatir el crimen organizado y la corrupción. Desafortunadamente, para nuestro país, individuos secuestraron el sistema legal para tratar de debilitar y excluir opositores políticos. Una investigación conocida como Operación Lava Jato, dirigida por el juez Moro, se convirtió en la fuerza impulsora detrás de un esfuerzo, no para perseguir a los corruptos, sino para manipular nuestro proceso democrático.

La motivación política de mis acusadores y los abusos legales cometidos no podían ser ignorados. En julio de 2016, mi equipo e yo denunciamos las graves violaciones de mis derechos fundamentales al Comité de Derechos Humanos.

A lo largo de esta farsa judicial, mis abogados probaron que yo no era culpable, con documentos cabales sobre mi inocencia. Ellos también destacaron las acciones coordinadas de “lawfare” contra mí, al tratar de usar recursos legales para deslegitimarme. Con algunas excepciones honorables, la mayoría de los medios brasileños optó por ignorar estos hechos. Sólo en junio, con la publicación de una investigación que mostró la complicidad entre fiscales y jueces, del sitio web Intercept Brasil, finalmente comenzó a emerger la verdad. Estas revelaciones sacudieron a los brasileños y al mundo porque mostraron que un esfuerzo anticorrupción previamente aclamado, había sido politizado, contaminado y con ilegalidades.

Bolsonaro recompensó a Moro cuando lo nombró Ministro. El nombramiento no fue una sorpresa para mí: simplemente demostró lo que mi equipo jurídico e yo dijimos todo el tiempo: que Moro era tendencioso y abusaba de la ley para sus propios fines políticos.

Las acciones de Moro en la conducción de mi proceso en la Lava Jato perjudicaron gravemente a Brasil. Él y Bolsonaro deben asumir la responsabilidad política y jurídica de sus acciones. Estados Unidos también tiene responsabilidad, pues estamos cuestionando la cooperación altamente irregular del Departamento de Justicia y de otras agencias policiales con Moro y la Lava Jato. Los congresistas estadounidenses han expresado su preocupación por esto, pero aún no han recibido una respuesta del gobierno del Presidente Trump.

Nadie debe estar por encima de la ley, pero la ley debe aplicarse a todos de la misma manera. Nunca solicité nada especial, sólo un trato justo, imparcial e independiente de acuerdo con la ley. Es por eso que continuaré luchando vigorosamente para limpiar mi nombre de ataques legales partidistas. Mi reciente recuperación de la libertad no es el final de la lucha legal, es sólo el comienzo.

Paralelo a mi lucha legal, estableceré una agenda política positiva para el futuro de Brasil. Mi papel es ayudar a unir a las personas, como siempre lo he hecho, en nuestra sociedad cada vez más fragmentada y polarizada. El objetivo central es ayudar a los brasileños a restaurar su confianza en nuestras instituciones políticas y jurídicas.

En el Brasil que deseo ayudar a reconstruir, los derechos humanos y legales, incluyendo los de mis opositores políticos, serán protegidos y fortalecidos. Es señal de una democracia fuerte, cuando cada ciudadano pueda sentirse orgulloso y confiar en la fortaleza de sus instituciones.

The Washington Post | Traducción: Cristina Barbosa