21 de mayo de 2018

Soy candidato a presidente del Brasil en las elecciones de octubre, porque no cometí ningún crimen y porque se, que puedo hacer el país retomar el camino de la democracia y del desarrollo, para el beneficio del nuestro pueblo. Después de todo lo que hice como presidente de la Republica, tengo certeza que puedo rescatar la credibilidad del gobierno, sin la cual no hay crecimiento económico, ni defensa de los intereses nacionales. Soy candidato para devolver a los pobres y excluidos de su dignidad, la garantía de sus derechos y esperanza de una vida mejor.

En mi vida, no fue nada fácil, pero aprendí a no desistir. Cuando empecé a hacer política, más de 40 años atrás, no había elecciones en el País, no había derecho de organización sindical y política. Enfrentamos la dictadura y creamos el Partido de los Trabadores, creyendo en la profundización de la vía democrática. Perdí 3 elecciones para presidente antes de ser elegido en 2002. Y probé, junto con el pueblo, que alguien de origen popular podría ser un buen presidente. Termine mis mandatos con 87% de aprobación popular. Es lo que el actual presidente de Brasil, que no fue elegido, tiene de rechazo.

En los ocho años que goberné el Brasil, hasta 2010, tuvimos la mayor inclusión social de la historia, que tuve continuidad en el gobierno de la compañera Dilma Rousseff. Sacamos 36 millones de personas de la extrema miseria y llevamos más de 40 millones para la clase media. Fue el período de mayor prestigio internacional de nuestro país. En 2009, Le Monde  me indico como “el hombre del año”. Gané estas y otras homenajes, pero no como merito personal, pero con el reconocimiento a la sociedad brasileña, que tenia se unido para  arrancar con la inclusión social y fomentar el crecimiento económico.

Siete años después de dejar la presidencia y después de una campaña sistemática de difamación contra mí y a mi partido, que reunió la más poderosos medios de comunicación brasileño y sectores del judiciario, el momento del país es otro: vivimos retrocesos democráticos, una prolongada crisis económica, y la populación más pobre sufre, con la reducción de los sueldos y posibilidades laborales, el aumento del cuesto de vida y el desmonte de programas sociales. A cada día más y más brasileños rechazan el plan neoliberal que ya había perdido cuatro elecciones consecutivas y que incapaz de vencer en las urnas. Lidero, en amplia margen, las encuestas electorales del Brasil, porque los brasileños saben que el país puede ser mejor.

Lidero las encuestas mismo después de haber sido detenido en consecuencia de una persecución judicial que rastreo mi vida y de mis dos hijos, mis cuentas personales y del Instituto Lula, y no lo encuentro prueba o delito contra mí. Un juez notoriamente parcial me condeno a 12 años de prisión por la escusa de “acto indeterminado”. Demanda, falsamente, que yo fuera dueño de un departamento en lo cual nunca ni dormí, en lo cual nunca tuve la propiedad y poder, siquiera las llaves. Para llevarme en cárcel, y buscar impedirme de disputar las elecciones o hacer campaña para mi partido, tuvieran que ignorar una letra expresa de la constitución brasileña, en una decisión provisoria por apenas un voto de diferencia entre los 11 en la Suprema Corte.

Pero mis problemas san pequeños cerca de lo que se sufre la populación brasileña. Para sacaren el PT (Partido dos Trabalhadores) del poder, después de las elecciones de 2014, pusieron se en sabotear la economía con decisiones irresponsables en lo Congreso Nacional y una campaña de desmoralización del gobierno en los medios de comunicación. En diciembre de 2014 el desempleo en el Brasil era 4,7%. Hoy está en 13,1%.

La pobreza tiene aumentado, y el hambre volvió a rondar los lares y las puertas de las están volviendo a cerrarse para los hijos de la clase trabajadora. Las inversiones en investigación se derrumbó.

El Brasil necesita reconquistar su soberanía y sus interés nacionales. En nuestro gobierno, el País lideró los esfuerzos de la agenda ambiental y de combate el hambre, fui invitado para todos los encuentros del G-8, que ayudo a articular el G-20, participó de la creación de los BRICS, uniendo Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y de la Unasul, la Unión de los países y la América del Sur. Hoy el Brasil se convirtió una patria sin política externa, y que los líderes internacionales evitan visitar, y la América del Sur se fragmenta, con crises regionales cada vez más graves y con menos instrumentos diplomáticos de dialogo entre los países.

Mismo parte de la populación que apoyo la caída de la presidenta Dilma Roussef, después de intensa campaña de las Organizaciones Globo, que monopolizan la comunicación en el Brasil, ya noto que el golpe no fue contra el PT (Partido dos Trabalhadores). Fue contra el levantarse socialmente de los más pobres y los derechos de los trabajadores. Fue contra el propio Brasil.

Tengo 40 años de vida pública. Empecé en el movimiento sindical. Fundé un partido político con compañeros de todo nuestro país y luchamos, juntamente con otras fuerzas políticas em la década de 1980, por una Constitución democrática. Candidato a presidente, prometí, luché y cumplí la promesa de que todo brasileño tendría derecho a tres comidas por día, para no pasar el hambre que pasé cuando niño.

He gobernado una de las mayores economías del mundo y no lo acepté la presión para apoyar la Guerra de Irak y otras acciones militares. Dejé evidente que mi guerra era contra el hambre y la miseria. No ha sometido mi país a los interés extranjero un nuestras riquezas naturales.

Volví después del gobierno para el mismo departamento a lo cual salí, a menos de 1 kilómetro del Sindicato de los Metalúrgicos de la ciudad de São Bernardo do Campo, donde empecé mi vida en la política. Tengo honor y no iré, jamás, hacer concesiones en mi lucha por inocencia y por la mantención de mis derechos políticos. Como presidente, promoví por todos los medios el combate a la corrupción y no acepto que me imputen a ese tipo de crimen por medio de una farsa judicial.

Las elecciones de octubre, que van elegir un nuevo presidente, un nuevo congreso nacional y gobernadores de Estado, san la oportunidad del Brasil discutir SUS problemas y definir su futuro de forma democrática, con el voto, como una nación civilizada. Pero ellas solamente serán democráticas si todas las fuerzas políticas puedan participar de forma libre y justa.

Yo ya fui presidente y no estaba en mis planes volver a ser candidato. Pero, adelante del desastre que se abate sobre el pueblo brasileño, mi candidatura es una propuesta de reencuentro del Brasil con el camino de la inclusión social, dialogo democrático, soberanía nacional y crecimiento económico, para la construcción de un país más justo y solidario, que vuelva a ser una referencia en el dialogo mundial en favor de la paz y de la cooperación entre los pueblos.