23 de mayo de 2019
Ricardo Stuckert/Fotos Públicas

Lula libre, Lula inocente, Lula prisionero político. Estas expresiones, de ser repetidas tantas veces hasta que la voz se pone ronca, pueden parecer banales. No son. Y no sólo porque estamos hablando de un hombre injustamente condenado sobre la base de acusaciones sin prueba. Sobre todo porque se trata del ser humano que mejor encarna los sueños y aspiraciones más elevadas del pueblo brasileño. Aspiraciones de justicia, de paz, de igualdad, de libertad verdadera, de soberanía.

¿No fue Lula el presidente que instituyó programas como el Bolsa Familia, el Hambre Cero, los cupos para negros y pobres? ¿No fue él quien gracias a esos programas encaró políticas que por primera redujeron la desigualdad de ingresos y de status, dos marcas vergonzosas de la sociedad brasileña? ¿Y no fue Lula, también, el que defendió nuestras riquezas materiales (como el pré-sal) o inmateriales (como la cultura y la ciencia), base de nuestra soberanía tan despreciada por gran parte de la elite brasileña y, sobre todo, por los actuales gobernantes?

Lula preso es Brasil preso. Significa la sociedad brasileña privada de la capacidad de soñar. Lula preso es la democracia amputada, es una burla a la voluntad popular. Por eso, Lula libre no es sólo justicia para un hombre inocente. Es la restitución de la democracia al pueblo brasileño. Es la posibilidad de diálogo en lugar del odio insano que domina la política, incluso entre los que detentan hoy el poder.

Lula libre significa liberar el sueño y la esperanza de las mujeres, de los negros, de los indios, de los jóvenes. Del pueblo brasileño, en suma. Por eso luchar por Lula libre no es un capricho de un sector del espectro político sino una expresión de la necesidad de un Brasil justo, democrático y soberano.

No es una tarea de unos pocos dirigentes partidarios sino la misión de todos, independientemente de su afiliación o creencia. De todos los que deseamos vivir en un país amoroso con sus hijas e hijos, solidario con otras naciones que, como la nuestra, enfrentan la lucha por el desarrollo y necesita ser firme contra las presiones externas que buscan volvernos a un estado colonial o semicolonial del cual ya salimos a un costo altísimo.

Sabemos que ésta es fundamentalmente una batalla a ser librada dentro de Brasil, a través de movilizaciones populares, debates, acciones jurídicas y políticas. El éxito de esta lucha será, sin embargo, más fácil si podemos contar con la solidaridad activa de compañeras y compañeros, amigas y amigos, brasileños o no, que viven en otros países pero acompañan el drama brasileño. Gente consciente de que aquí no se juega sólo el futuro de un país y de que del destino de Brasil depende también, en alguna medida, el destino del mundo.

Por la paz, por la justicia y por la democracia es este grito de Lula Libre, ¡ya!

Celso Amorim, Ex canciller y ex ministro de Defensa de Brasil.

Página/12