30 de julio de 2018

El gobierno Michel Temer, nacido de un golpe parlamentario, es una amenaza creciente a la soberanía nacional. Las fuerzas políticas y económicas que lo sostienen, ligadas a intereses extranjeros, rompieron con la Constitución y la democracia para imponer una agenda que dilapida las riquezas brasileñas, desagrega al Estado e interrumpe la integración latinoamericana. El descubrimiento de las reservas del pre-sal despertó intensos movimientos geopolíticos, incluyendo operaciones de espionaje y sabotaje, cuyo objetivo primordial es disputar el control de esa inmensa fuente de desarrollo. Como de costumbre en nuestra historia, parte expresiva de nuestras élites se asoció a esos intereses espurios. Se puso en funcionamiento, entonces, una estrategia de desestabilización del orden constitucional.

Derrotado en cuatro elecciones presidenciales seguidas, el bloque conservador tenía claro que eran mínimas las posibilidades de que su programa antipatriótico y antipopular fuese legitimado por el voto. Para que la soberanía nacional pudiera ser disminuida, antes era preciso reducir la democracia. No se trataba de derrumbar una presidenta legítima e imponer un gobierno títere. Se hacía indispensable manipular el sistema de justicia para criminalizar el Partido de los Trabajadores, creando severos obstáculos para su participación política e incluso la prohibición, por medio de sentencias injustas y medidas impugnatorias. Para que la nación se arrodillara, la democracia tenía que ser marcada para morir. Lo que tenemos hoy es un régimen de excepción cada vez más agresivo.

Mi prisión y la persecución de la que vengo sufriendo forman parte de ese proceso de sumisión nacional. No basta que yo esté preso por crímenes que jamás cometí. Quieren también excluirme de la disputa electoral y callar mi voz, tratando de intimidar y silenciar al pueblo brasileño mientras su patrimonio es espoliado a cielo abierto. El gobierno Temer y sus partidarios se dedican a la destrucción de conquistas históricas del desarrollo de nuestro país.

En el caso de las empresas extranjeras, en la cuenca de las almas, prósperos campos de petróleo y refinerías que constituyen nuestro pasaporte para el sector de la construcción, el futuro. Este verdadero crimen de lesa patria fue reforzado con la reciente aprobación por la Cámara de los Diputados de ley que autoriza la transferencia por Petrobras a petroleras privadas del 70% de los derechos de explotación de la estatal en áreas del pre-sal. La venta del control de Embraer a la norteamericana Boeing compone esa misma política entreguista, abdicando de una de las áreas más avanzadas de nuestra industria y de uno de los pilares de nuestra estrategia de defensa, al renunciar a la perspectiva de soberanía de la producción aeronáutica.

La privatización de Eletrobras es otro grave ejemplo de la política de destrucción nacional. En el marco de la reforma agraria y de la reforma agraria y de la reforma agraria, la reforma agraria y la reforma agraria, energía eléctrica. Otros ataques organizados contra el país por los grupos que tomaron de asalto el gobierno son la liberación de la venta de tierras a extranjeros y el financiamiento a multinacionales con créditos de bancos públicos.

Se trata de desmontar las bases del desarrollo nacional, establecidas o rescatadas durante mi gobierno y el de la presidenta Dilma Rousseff. Todo lo hacen para revertir las estructuras fundamentales de la independencia y de la soberanía, abriendo puertas a un neocolonialismo que multiplica la riqueza de pocos de aquí y de fuera, destinando sólo sufrimiento a la clase trabajadora, a los pobres de la ciudad y del campo, a los hombres y mujeres de nuestro país. personas.

Componen esa alianza antinacional también sectores de la Policía Federal, del Ministerio Público y del Poder Judicial. Más tarde o más temprano sabremos cuáles son los caminos que llevaron a algunos funcionarios del estado a participar activamente en la desorganización de la industria petrolera, de infraestructura y energía nuclear, provocando quebradora y desempleo en sectores tan estratégicos para el país. Bajo el pretexto de la lucha contra la corrupción, se da a los ricos una manera de escaparse con deudas premiadas, manteniendo sus fortunas, mientras que las empresas son estratificadas por el sistema de justicia, liquidando su capital financiero tecnológico y humano, abriendo espacio en nuestras fronteras, y además, para los conglomerados extranjeros.

La política exterior del golpismo también se ha doblado a la servidumbre. Se puso fin a la diplomacia que practicábamos, altiva y activa, tan brillantemente sintetizada por el músico y escritor Chico Buarque de Holanda, cuando afirmó que el gobierno petista “no hablaba blando con Estados Unidos ni duro con Bolivia”. El Itamaraty, comandado por el PSDB, pasó a funcionar como anexo del Departamento de Estado, la cancillería norteamericana, abandonando los principales programas e instituciones de la integración latinoamericana, rasgando nuestra tradición en la defensa del derecho de los pueblos a la autodeterminación y ridiculizando a Brasil como actor internacional.

El golpe, en el área mundial, sólo trajo vergüenza y deshonra a los brasileños, sometidos a la vergüenza de un gobierno que se comporta como refugio para ambiciones de otros países. Este escenario dramático y peligroso es uno de los factores que me llevaron a volver a presentar mi nombre a la Presidencia de la República. Tengo la obligación histórica, no importa las condiciones personales en las que me encuentro, de conducir nuestro país al reencuentro con la democracia y la soberanía, con el claro compromiso de revocar -por medio de referéndum popular- todas las medidas dañinas a nuestra independencia.
Quiero volver a ser presidente para que Brasil retome su protagonismo en el escenario mundial y el respeto de los pueblos de todo el planeta, retornando al empeño de erigir un nuevo orden internacional que sea democrático y multipolar, alzada sobre el derecho a la autodeterminación y la paz entre las naciones. Combatiré con todas mis energías, hasta el último de mis días, en esas elecciones que se avecinan y en todas las próximas batallas, para derrotar a los entreguistas que solaparon nuestro orden constitucional y soberano.

 

Luiz Inacio Lula da Silva
Ex presidente de Brasil