10 de septiembre de 2018

El mandato de los pueblos latinoamericanos es claro: vamos a defender el derecho a elegir a nuestros presidentes, ni la justicia ni los medios cooptados por la derecha, van a decidir por nosotros. Democracia para siempre es nuestro lema. Los movimientos sociales de la región ya nos pronunciamos contra la proscripción de nuestro hermano Lula y el vergonzoso sistema judicial que solo existe para destruir al líder de los trabajadores brasileños.

Jamás abandonaremos a Lula, que se mantiene como el principal favorito de las encuestas, con casi un 39% de las intenciones de voto, muy por encima de todos sus contrincantes. Por eso el movimiento sindical internacional trabaja activamente para que tanto Lula como el PT tengan el derecho a gobernar y el sindicalismo regional ganar las conciencias de que estos gobiernos neoliberales como el de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Paraguay solo traen más miseria, exclusión, retrocesos, pérdida de derechos.

En ese marco, no es un dato menor que el G-20 llega por primera vez a la región, y a la Argentina, con la impronta de un capital fin­anciero especulativo golpista, que pone en peligro el futuro del empleo y de las transnacionales que intentan destruir la capacidad de organización sindical.

Las grandes corporaciones transnacionales pretenden Estados títeres, mínimos, insípidos sin regulaciones. También los tratados de libre comercio (TLC) operan en este contexto para facilitar la desregulación económica perjudicando las industrias nacionales y las economías regionales al inundar de bienes y productos importados el mercado local.

G-20 y proscripción a Lula están intrínsecamente relacionados. La tercera oleada neoliberal tienen una alianza central con los poderes fácticos que le garanticen impunidad para sus negocios: Poder Judicial, Poder Legislativo y Medios de Comunicación.

Sin Lulas ni clase obrera organizada es más fácil destruir los derechos de la clase trabajadora, desintegrar los convenios colectivos, aumentar la jornada laboral y la flexibilización.

Sin Lulas ni clase obrera organizada irán por el derecho a huelga y contra la sindicalización a nivel mundial, podrán concentrar impunemente la riqueza en pocas manos y acrecentar la desigualdad económica.

Sin Lulas ni clase obrera organizada deslocalizarán la producción a lo largo de las cadenas globales de valor con la que operan las empresas transnacionales y las nuevas plataformas digitales de la economía atentando contra la organización y sindicalización.

En los últimos años nuevamente se han impulsado reformas a la legislación laboral en varios países. Los ejemplos más recientes se produjeron en Brasil y en Francia, donde se aprobaron cercenar derechos laborales en 2017, y en Argentina, donde el gobierno impulsó un proyecto de ley, que las grandes movilizaciones impidieron que fuera votada.

La lucha por Lula, contra el G-20, el FMI y nuestros derechos laborales está conectada. Debemos promover una estrategia internacionalista por la libertad de Lula y contra este nuevo mundo infeliz que no proponen estos capitales transnacionales.

Lula es trabajo decente, distribución de la riqueza, democracia participativa, igualdad entre géneros, integración regional, protección e inclusión, sostenibilidad intergeneracional y ambiental;

El Estado debe ser una herramienta para la participación activa de los trabajadores regulando los flujos económicos y garantizando la paz, poniendo coto a los tratados de libre comercio para una integración regional plena. En la calle, con Lula, está la agenda alternativa para enfrentar a esta tercera oleada neoliberal que concentra riquezas y marginaliza a los pueblos.

Durante la Cumbre de Líderes del G20 que se desarrollará en Buenos Aires entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre, estaremos en las calles junto a organizaciones de todo el campo popular, tanto de dentro como fuera del país en una movilización unitaria para rechazar el modelo que proponen el FMI y el G20.

Fito Aguirre
Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA-Autónoma

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