11 de febrero de 2019

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“No lo sé, sólo sé que así fue.” A cada caso narrado por Chicó, el antihéroe mitómano creado por Ariano Suassuna en la comedia El Auto de la Compadecida, cada mentira es invariablemente rematada con ese espirituoso latiguillo. Ante la falta de explicación para los devaneos que a Chicó le encanta contar, el personaje encierra la discusión con un recurso tan fácil como ingenuo: el bueno y viejo “porque sí”. Y punto.

Chicó parece haber pasado una temporada en la 13ª Vara de la Justicia Federal de Curitiba, responsable de los procesos de la Lava Jato. En la sentencia condenatoria emitida por la jueza Gabriela Hardt el pasado miércoles 6 de febrero, es notable la influencia de Chicó. En las más de 200 páginas que componen el proceso de condena, el personaje de la obra más famosa de Ariano Suassuna, aparece como una especie de teórico de referencia, una figura que la ministra Damares consideraría un maestro bíblico.

En el oficio impartido por Chicó, Gabriela parece ser una estudiante aplicada.

De otra manera, ¿cómo justificar que el ex presidente Lula haya sido condenado una vez más sin un acto de oficio? Es decir: cómo condenarlo como el máximo responsable por una organización criminal, el jefe de un bando criminal, sin identificar en el tiempo y en el espacio un único acto criminal: una negociación, un vídeo en el que él apareciera pidiendo dinero, un audio en el que Lula fuese flagrado contratando a algún ejecutivo que, más tarde, le serviría de testaferro, o una prueba de que un contrato hecho en 2009 entre Petrobras y una empresa constructora sólo habría existido para que, dos años después, la misma constructora pudiera devolverle el favor al ex presidente a través de una propina, por ejemplo, (asumiendo los costes) de una reforma o de una cocina? “No lo sé, sólo sé que así fue “, repite la sentencia.

Algunas preguntas son inevitables al término de la lectura de la sentencia. Juan Grillo, el amigo de Chicó, levantaría la ceja, desconfiado: “¿Pero cómo pasó eso?”, Juan Grillo preguntaría. “No lo sé, sólo sé que así fue “, respondería la jueza.

Cuestión 1 – Gabriela Hardt estudió las 1.643 páginas presentadas por la defensa del ex presidente el día 7 de enero?
No es imposible que la jueza haya leído 55 páginas al día, durante los 30 días que utilizó para concluir su trabajo. Serían poco más de 70 páginas diarias, eso si no consideramos los fines de semana. O serían cerca de 100 páginas al día, suponiendo que los últimos cinco días ella los habría dedicado a escribir la sentencia. Lo que suscita duda es si ella ha tomado en cuenta estos contenidos presentados por la defensa, si tomó alguna medida para revisar o reformar su tesis original. ¿O ella habría despreciado todo el contenido presentado por la defensa, como lo hizo con uno de los laudos técnicos ahí anexados? “No lo sé, sólo sé que así fue.”

Cuestión 2 – Léo Pinheiro contradice a Juan Aldemario en alguna delación?
¡¡¡Bromita del Bribón!!! Léo Pinheiro y José Aldemario son la misma persona. ¡Ya! Esto no le impidió que, en la página 89, la magistrada perpetrara la siguiente sentencia: “Aunque la defensa de Luiz Inacio Lula da Silva intente disminuir la credibilidad de los testimonios prestados por colaboradores y por los co-reos Léo Pinheiro y José Aldemario, el hecho es que tales testimonios son corroborados por informes de auditoría y diversos otros documentos y testimonios.”
¿Cómo le fue posible duplicar un solo delator en dos? “No lo sé, sólo sé que así fue.”

Cuestión 3 – ¿Cómo es posible condenar a alguien por ser el jefe de un bando criminal sin encontrar un único “acto de oficio” que confirme su participación criminal?
Elemental, mi querido lector. Basta con hacerse la pose de detective sabelotodo, con una pipa en el canto de los labios, y emular la arrogancia de Sherlock Holmes. En este sentido, nada más convincente que decir que, en el caso del presidente “no habría como no saberlo”, como suelen repetir los fiscales del Ministerio Público Federal. “No vislumbro configurado el acto de oficio del Presidente de la República en este actuar”, escribe la jueza en la sentencia, “pues los citados favores al Grupo Odebrecht era (sic) algo indirectamente realizado en función del poder ejercido por el reo.” O aún: “Me adscribo a la posición que entiende que la identificación de tal acto no es necesaria para que se configure el delito.” Entonces, vale. Si usted es presidente, no necesita ofrecer nada ni pedir nada. La corrupción ocurre siempre, independientemente de lo que usted haga, como en un acto de magia. Las ventajas indebidas que usted recibe son traídas por renos de nariz roja y depositadas al pie de la chimenea, sin que siquiera sea necesario que usted redacte una cartita a Santa Claus. ¿Cómo pasó eso? “No lo sé, sólo sé que así fue.”

Cuestión 4 – Si no está la Petrobras (en el proceso), ¿por qué en Curitiba?
No existe nada que indique que exista una relación entre el dinero utilizado por las constructoras Odebrecht y OAS en las reformas en el sitio de Atibaia y su origen ilícita en supuestos contratos sobre-facturados con la empresa Petrobras. Nada. Sin embargo, si se pudiera establecer una relación de los casos con Petrobras, no sería la 13ª vara criminal de Curitiba la instancia adecuada para juzgar el caso. En esos momentos (de inconsistencia), ¿qué hace un buen guionista? Presenta dos hechos aislados en secuencia, preferentemente con la misma banda sonora, para intentar mostrar alguna causalidad entre ellos. Así, contratos firmados entre la Odebrecht y la Petrobras en 2009 se transforman en combustible para nuevas denuncias hasta diez años después. Como si, en cualquier contratación de Odebrecht, una de las mayores empresas del país, fuera improbable la inexistencia de propina. O como si cualquier sobre-facturación de los valores de estos contratos no pudiera haber ocurrido para beneficio de los mismos ejecutivos de la empresa o de otros miembros del gobierno, sino que eso tan solo podría ocurrir para beneficio del reo. ¿Cómo se puede probar que las reformas en la quinta fueron pagadas con dinero público, desviado de Petrobras? “No lo sé, sólo sé que así fue.”

Cuestión 5 – ¿Por qué magistrados de Curitiba y del TRF-4 desvían los ojos siempre que organismos internacionales como la OEA y la ONU manifiestan su preocupación en relación a las violaciones practicadas en el juicio del ex presidente?
“No lo sé, sólo sé que así fue. ¿Podemos cambiar de tema?

Usted puede no creer en Lula y sus abogados. Puede que no le guste Lula ni sus abogados. Sin embargo, cuando la justicia desconsidera pruebas por el simple motivo de que ellas han sido producidas por la defensa, cuando un juez acusa a la defensa de imponer demasiados recursos acusando la defensa de buscar entorpecer la condena del reo, cuando una jueza sustituta se apresura en publicar una sentencia en tiempo récord y condenar al reo (tres días) antes de que ella sea sustituida en el cargo o antes de que la Suprema Corte se pronuncie sobre la prisión en segunda instancia, cuando ni el número y ni las identidades de los delatores son conocidos con exactitud por la instancia juzgadora, cuando el ansia por condenar es mayor que la razonabilidad de la acusación y cuando todo ello sucede al mismo tiempo en un proceso contra un ex presidente de la República, entonces la víctima no es solo Lula, ni el PT, ni la izquierda. Somos todos nosotros.

Camilo Vannuchi es director ejecutivo del Instituto Casa de la Democracia es periodista y escritor, tiene maestría y estudia el doctorado en Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Sao Paulo – USP, es miembro del grupo de investigación Periodismo, Derecho y Libertad, es asociado a la Escuela de Comunicación y Artes y al Instituto de Estudios Avanzados, también de la USP. Es militante de los derechos humanos y del derecho a la comunicación, ha sido miembro de la Comisión de la Memoria y de la Verdad de la Alcaldía de Sao Paulo en 2016

Carta Capital | Foto: reproducción | Traducción por Cristina Gomes.