18 de septiembre de 2018

Pocas hojas de servicios políticos resisten la comparación con la de Celso Amorim (Santos, 1942). Ministro de Asuntos Exteriores de Brasil en dos períodos (de 1993 a 1994, y de 2003 a 2010), la última cartera que llevó fue la de Defensa (de 2011 a 2014) en el Gobierno de la depuesta Dilma Rousseff. En plena campaña electoral brasileña, el político del Partido de los Trabajadores visitó Madrid para participar en el seminario Una alerta progresista para fortalecer la democracia y el orden multipolar, en Casa de Amércia, donde analizó la salud de la democracia a nivel mundial.

 

Pregunta. ¿Cómo ve la Situación actual de Brasil?
Respuesta. Es difícil definir la situación, pero lo que está claro es que vivimos una crisis triple: Una crisis política, obviamente, con un golpe de Estado que ha sacado a la presidenta Dilma [Rousseff] e impedido a [el expresidente Luiz Inácio] Lula ser candidato; una crisis social, porque el desempleo y los problemas sociales aumentan, y de esto el síntoma más grande es el asesinato de la concejal Marielle Franco [el pasado 14 de marzo], en el que que hasta ahora no hay acusados, y mucho menos condenados. Y una crisis económica: el país no crece. Es la peor recesión de los últimos 100 años. Pero, por otra parte, cuando hay elecciones siempre hay esperanza. Yo he sido iniciador de un documento que muchos firmaron [entre ellos el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero], llamado Elección sin Lula es Fraude. Pero hay que aprovechar las brechas que existen, intentar cambiar las cosas. Tenemos un buen candidato.

P. ¿Qué opinión tiene de ese candidato, Fernando Haddad?
R. No es lo mismo que Lula, porque Lula es una personalidad inigualable en Brasil, pero es un buen candidato. Tiene mucho apoyo, ha sido señalado por Lula y está subiendo mucho en las encuestas, y muy rápidamente. La batalla ahora será la segunda vuelta, a donde seguro llegaremos.

P. El Partido de los Trabajadores retrasó la decisión de nombrar a Haddad, que empezó a hacer campaña no como candidato sino como presunto vicepresidente de Lula. ¿Eso puede perjudicarle?
R. Sí, bueno, pero nosotros primero teníamos que luchar por nuestros derechos. Sacar a Lula de candidato era admitir la acusación de la derecha, ayudada por una parte del poder judicial y los medios. Eso por un lado; fue una decisión de principios, además de humana, por el propio Lula, que es inocente. Pero, además, creo que pragmáticamente no fue malo, porque hizo crecer el apoyo a Lula, y una parte de eso va a ser transferida a Haddad. Ahora hay otros indicadores, como el descenso de la popularidad del juez [Sergio] Moro, quien empezó la investigación del caso Lava Jato. En el inicio un 70 u 80% de la gente creía que Lava Jato era algo bueno; hoy son un 45 o 50%.

P. Hay quien acusa a Haddad de que que su discurso se dirige a las clases medias, de que aún tiene que aprender a hablar a los pobres. ¿Cree que los posibles votantes de Lula le votarán a él?
R. Bueno, no sé si puede trasvasar todo su capital político. Pero si transfiere un 60, un 70%, es suficiente para ganar. Y creo que sí porque, además de la identificación creciente entre Lula y Haddad, está el trabajo de los gobernadores y los candidatos, que incidirán en esa identificación. Además, porque, no olvidemos, el candidato que se opone no es sencillamente un candidato de la derecha; es un candidato extremista, de visión totalmente protofascista. Violento, con demostraciones públicas como si estuviera ametrallando a gente… hay que esperar que una parte del pueblo brasileño despierte al peligro que representa alguien tan divisivo.

P. Bolsonaro fue apuñalado en un acto el 6 de septiembre. ¿Es una muestra de la tensión de la campaña? ¿Qué consecuencias puede tener ese acto?
R. Mi impresión es que no cambió tan substancialmente como se temía. Creo que en la derecha sí, mucha gente que apoyaba a otros candidatos más débiles han podido trasvasarse a su candidatura, así que seguro que sube en la primera vuelta. Y luego, no voy a decir que el atentado fuera autoprovocado, pero hay algo en que esto le beneficia, que es que le ha sacado de los debates y entrevistas, en los que iba muy mal. Puede llegar a un 28, a un 30% del voto, pero no va a pasar de eso en la segunda vuelta, porque es el candidato con más rechazo. Veo razonable que en la segunda vuelta le podamos ganar. La corriente está a favor, y damos mucha importancia al apoyo recibido. Ayer tuvimos un seminario con Felipe González, Baltasar Garzón o Juan Luis Cebrián. Zapatero estuvo en Brasil hace poco con Dominique de Villepin, Noam Chomsky… Son el tipo de voces que quizá van a hacer a la élite brasileña pensarse dos veces si queremos estar con ellos, o con esa ola internacional que representa, por ejemplo, gente como Donald Trump.

P. Está aquí para hablar de cómo fortalecer la democracia. Y cita a Donald Trump y el movimiento populista. ¿Cómo ve el panorama a nivel mundial?
R. Veo que el mundo vive un momento delicado. Estados Unidos, por primera vez desde la Segunda Guerra mundial, no tiene un proyecto para el mundo. Podría ser hipócrita o no, pero antes había un proyecto. Trump es, además, un ejemplo muy peligroso para quien quiera emularlo. Si cunde su ejemplo podemos caminar hacia un mundo muy peligroso.

 

El País