Lula cumple 75 años defendiendo legado de lucha contra hambre y pobreza en Brasil
Metalúrgico, líder sindical, fundador del mayor partido de izquierda del país, primer presidente oriundo de la clase trabajadora, “campeón mundial” en la lucha contra el hambre. Hace 75 años, venía al mundo Luiz Inácio Lula da Silva, un hijo de Brasil que no deja indiferente a nadie.
“Quien nació en Pernambuco y no murió de hambre hasta los cinco años, no se doblega ante nada”, acostumbra a decir Lula, el séptimo hijo de Aristides Inácio da Silva y Eurídice Ferreira de Melo. El lugar exacto de nacimiento es Caetés (PE), en 27 de octubre de 1945, pero el su inscripción sólo se hizo siete años después, en São Paulo.
Del Nordeste al Sudeste, fueron 13 días en camión clandestino. Lula cruzó 2.500 km con su familia para reencontrar a su padre, que había migrado en busca de mejores condiciones de vida.
El viaje es un emblema de la trayectoria política del expresidente. De ciudad en ciudad, hombro a hombro con trabajadores urbanos y rurales, enfrentando todo tipo de dificultades para construir un futuro digno sin perder de vista sus raíces.
Comienzo de su vida política
Al contrario de sus padres, Lula tuvo la oportunidad de alfabetizarse – siempre conciliando estudios y trabajo en el litoral paulista. Vendía naranjas, sacaba leña, capturaba mariscos y cangrejos. Trabajó en una tintorería, fue betunero y auxiliar de oficina, hasta graduarse como tornero mecánico en el Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial (SENAI).
En 1964, año del golpe civil-militar en Brasil, Lula perdió el dedo meñique de la mano izquierda después de un accidente de trabajo en una siderúrgica que fabricaba tornillos. Cuatro años después, se afilió al Sindicato de Metalúrgicos de São Bernardo do Campo y Diadema – por influencia de su hermano mayor, Frei Chico –, y ya en los primeros meses fue elegido para formar parte de la dirección.
En esa época, conoció a la viuda Marisa Leticia Rocco Casa, inspectora en un colegio estadual. Los dos se casaron en 1973 y permanecieron unidos hasta la muerte de ella en 2017, como consecuencia de un accidente cerebro-vascular.
Con 30 años, el obrero pernambucano ya era conocido por su carisma y capacidad de comunicación. Elegido presidente del sindicato en 1975, lideró huelgas en la región de ABC paulista durante la dictadura hasta el inicio de los años 1980, estuvo preso 31 días e incluido en la Ley de Seguridad Nacional.
No había más vuelta: Lula estaba sumergido en la política. La creación del Partido de los Trabajadores (PT), en 1980, “juntó las puntas” de su historia familiar, en el campo, y su trayectoria profesional, en la ciudad, abriendo camino para disputas mucho más allá del piso de la fábrica.
Insistencia y consagración
Después de participar en en la campaña “Directas Ya” y el fin de la dictadura civil-militar, en 1985, Lula fue elegido diputado federal por São Paulo y colaboró en los debates que resultaron en la Constitución Federal de 1988.
Derrotado en las elecciones presidenciales de 1989, 1994 y 1998, recorrió Brasil de punta a punta, acumuló experiencia y adoptó un tono conciliatorio con sectores empresariales, sin dejar de lado el compromiso de enfrentar la pobreza.
“La esperanza venció el miedo” en las elecciones de 2002, inaugurando un ciclo de 14 años del Partido de los Trabajadores en el gobierno federal.
Lula es considerado uno de los responsables por sacar a Brasil del Mapa del Hambre, construyó más universidades federales que cualquier otro presidente, aproximó el país a una realidad de “pleno empleo” y garantizó el aumento real de salario mínimo en todos los años de su gobierno.
Del punto de vista internacional, avanzó en proyectos de integración regional sin la tutela de los Estados Unidos y mantuvo diálogo con jefes de Estado de todos los espectros políticos.
Con el programa Bolsa Familia – que ni sus adversarios osaron extinguir –, el expresidente se convirtió en sinónimo de lucha contra el hambre y la miseria e incluyó a millones de familias brasileñas en la esfera del consumo. Con más de 80% de aprobación al final de su segundo mandato, ayudó a elegir a Dilma Rousseff (PT) como sucesora en 2010.
En las elecciones de 2018, dos años después de el golpe contra Dilma y después de vencer un cáncer de media agresividad en la laringe, Lula manifestó su deseo de volver a la Presidencia. El lideraba la disputa en todos los escenarios hasta ser detenido después de condena en segunda instancia en el Tribunal Regional Federal de la 4ª Región (TRF-4).
Persecución y pérdidas
Desde que se convirtió en un personaje político relevante en el escenario nacional, Lula convive con persecuciones.
En la dictadura, dejó el infame Departamento de Orden Político y Social (DOPS) para participar en el velorio de su madre, cariñosamente llamada Doña Lindu. Casi 40 años después, preso sin pruebas en la Lava Jato, se le impidió al expresidente velar el cuerpo de su hermano Vavá, y compareció bajo fuerte esquema de seguridad al funeral de su nieto Arthur, de siete años.
La semana pasada, Lula fue acusado formalmente por cuarta vez en la operación Lava Jato. En todas las acciones fuera de la ciudad de Curitiba (estado de Paraná), ya fue absuelto. El conjunto de procesos contra el petista es reconocido por juristas de varias partes del mundo como ejemplo de lawfare, o sea, “guerra jurídica” con fines políticos.
Lula está libre desde el día 8 de noviembre de 2019, después de que el Supremo Tribunal Federal (STF) reconociera la ilegalidad de su encarcelamiento antes de agotar todas las instancias, o sea, mientras la condena no es definitiva y hay posibilidad de recursos.
Reconocimiento
Sin nunca haber iniciado un curso en una institución de educación superior, Lula es doctor honoris causa por 35 universidades.
Viudo de Marisa Letícia, vive en São Bernardo do Campo (SP) con su compañera Rosángela da Silva, que conoció meses antes de la prisión. De sus últimos tres cumpleaños, este es el primero que Lula conmemora fuera de la Superintendencia de la Policía Federal en Curitiba.
Incluso silenciado por los medios comerciales, el petista continua relevante. Durante 580 días, miles de personas pasaron por la Vigilia Lula Libre, manifestaron solidaridad y mostraron al mundo que su prisión era injusta.
En las elecciones de 2018, la llamada transferencia de votos al candidato y exministro Fernando Haddad (PT) chocó a aquellos que dudaban de la influencia del expresidente. Este año, una vez más, según las encuestas de Datafolha en São Paulo, Lula es quien hace campaña con mayor potencial en las elecciones municipales, con menos rechazo que Jair Bolsonaro (sin partido) y el gobernador João Doria (PSDB).
Impedido de ser candidato, el pernambucano de Caetés no esconde el deseo de volver a recorrer Brasil con sus caravanas – la última fue en 2018, en la región Sur.