18 de septiembre de 2018

Dos sesiones a este y el otro lado del Atlántico, el viernes 14 en Sao Paulo y ayer lunes en Madrid, con el objetivo de abordar la peligrosa coyuntura del sistema democrático global. Esa ha sido la convocatoria lanzada por quien fuera ministro de Exteriores de Lula Da Silva y Defensa de Dilma Rousseff, Celso Amorim, a partir de la situación excepcional que afronta su país, Brasil. La nación que en doble vuelta (7 y 28 de octubre) celebrará comicios presidenciales sin el que era candidato preferido, Luiz Inácio Lula da Silva, por su condena a 12 años de prisión, pese a la petición del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas de que se le permitiera ejercer sus derechos políticos y presentarse. Un país que ve, ahora, alzarse como favorito al militar ultraderechista, machista, homófobo y violento Jair Bolsonaro.

A la llamada de Amorim acudieron el viernes en Brasil los ex primeros ministros de Francia e Italia, Dominique de Villepin –que lo fue con el conservador Jacques Chirac- y los socialistas italiano Massimo D’Alema y español José Luis Rodríguez Zapatero. Ellos, junto al ex gobernador de México DF Cuacthémoc Cárdenas y el filósofo estadounidense Noam Chomsky criticaron lo que consideran un “golpe institucional”, “judicial”, “blando” contra Rousseff y Lula y alertaron de las consecuencias de la eventual victoria de Bolsonaro sobre el sucesor de Lula en la lista del PT, Fernando Haddad.

“Lo que pasa en Brasil es importante globalmente”, manifestó De Villepin, “porque ahora que, por todas partes, vemos la democracia amenazada por el miedo, odio y violencia política, se necesita un Brasil democrático en el tablero mundial”. Tras lo cual, señaló que “los europeos también debemos luchar ya a diario de cara a las elecciones al Europarlamento en mayo de 2019 o iremos a días oscuros”.

Ha habido consenso en los seminarios de Sao Paulo y Madrid, Alerta progresista para fortalecer la democracia y el orden multipolar sobre la crisis de desafección ciudadana por la que ascienden líderes autoritarios y neo-fascistas. Causada, según los participantes, por la frustración de la precarización de sus vidas tras el estallido financiero en 2008. “Ese enfado causa el racismo y ascenso de la ultraderecha en países como Suecia”, analizó Chomsky. “No se rechaza a migrantes, ni se elige a fascistas porque la población se vuelve racista sin más, es respuesta al neoliberalismo”.

El análisis de la deriva del neoliberalismo , en estas décadas, a posiciones más extremas y la ausencia de una alternativa unívoca de las izquierdas se desarrolló en las dos mesas públicas en Brasil transmitidas por streaming. Los socialdemócratas “acogimos con ingenuo optimismo”, afirmó el ex Primer Ministro D’Alema, “la globalización, creyendo que traería beneficios a todos bajo la economía de mercado y una democracia solidaria. Minusvaloramos la desigualdad. Reconozcamos que la globalización es acumulación de riqueza y poder en pocas manos sin control políticos mientras se devalúa el empleo y vacía la democracia bajo el dominio global del capitalismo financiero”.

Noam Chomsky puso de ejemplo las políticas austericidas de la Troika tras la crisis financiera de 2008, impuesta a Gobiernos de todo signo ideológico –ante un Zapatero que no se dio por aludido, ni aclaró al citarse el 15M que se hizo contra su último mandato.

 

Politización de la justicia
“Tras la judicialización de la política”, expuso en Madrid el ex presidente González, “ahora llega la politización de la justicia con aparatos judiciales que intervienen como en estas elecciones en Brasil”, denunció, indignado también con la destitución de Dilma Rousseff. D’Alema había expuesto el viernes que “ya no se imponen dictaduras militares porque la democracia puede ser restringida y manipulada sin cambiar las reglas formales que aparentemente la garantizan”.

“Vivimos tiempos difíciles”, reconoció en Sao Paulo Zapatero, “pero los hemos tenido peores aquí y en España. Soy optimista pese al escenario y sé que abrazaré al presidente Lula, con el nuevo presidente Haddad”, añadió mientras llamaba a la población brasileña a vencer toda provocación para evitar una senda de enfrentamiento “que veo en Venezuela donde trabajo hace tres años”.

Ayer en Madrid su antecesor socialista, Felipe González –discrepante con Zapatero entorno a Venezuela- subrayaba que “la esencia de un sistema democrático es la aceptabilidad de la derrota. La victoria siempre se acepta, pero aceptar la derrota requiere que uno comprenda que ha perdido habiendo podido ganar, en aceptables condiciones de igualdad. Si no es así, puede existir la tentación de romper al sistema, algo que espero no ocurra”.

Celso Amorín anfitrión de las dos reuniones (la de Sao Paulo organizada por la Fundación Perseu Abramo y la de Madrid por organizada por el Common Action Forum (CAF) y Casa América) reconoció que “si gana Bolsonaro el sentimiento de la población de haber sido privada de su derecho de votar libre existirá. Yo espero que gane Haddad y que se respete la voluntad popular, pero por lo lejos que han ido con el golpe institucional contra Rousseff y el judicial contra Lula, no puedo evitar albergar temor”, añadió quien cuenta con reunirse hoy con el líder de Podemos, Pablo Iglesias y su portavoz de Asuntos Exteriores en el Congreso, Pablo Bustinduy.

El único participante con Celso Amorim, en las dos sesiones, brasileña y española, el ex secretario general de Amnistía Internacional y presidente de Imagine Africa, Pierre Sané, hizo hincapié “en la gravedad de que un campeón del multilateralismo como Brasil, impulsora del grupo BRICS, ahora no respete resoluciones de la ONU”, y en que sería “pésimo referente para toda África una involución democrática en este país referente”.

“Eso es parte del problema hoy”, reflexionó Amorim, “que EEUU antes de Trump, pero más ahora que es un actor debilitado internacionalmente no quiere tener en lo que ve como su “patio trasero” un país que es alternativa, que combate la desigualdad, lidera los BRICS y gestiona sus recursos como el petróleo”.

La situación brasileña fue punto de partida, pero no tema único de la doble cita. “El problema de Bolsonaro”, argumentó el presidente honorario de El País, Juan Luis Cebrián, es que tampoco creímos que ganara Trump, por payaso, y ahora tenemos a Salvini ejerciendo de primer ministro italiano, y a Orban en Hungría… Putin y Erdogan. Y Mussolini fundó el partido fascista con 23 militantes”.

“Estamos en un momento de deshumanización”, analizó el abogado de Hervé Falciani y Julian Assange, William Bourdon, “los derechos humanos se ridiculizan como naif y es algo que han hecho políticos de derecha e izquierda”, concluyó el autor de Pequeño Manual de Desobediencia Civil.

El ex director general de la cadena Al Jazeera y presidente de CAF, Wadah Khanfar, instó en la reunión previa al acto público en Madrid “a aprovechar lo bueno de la coyuntura: que caen las estructuras caducas y aún no está claro qué nuevo orden emergerá” para “construir uno que ponga al ser humano en el centro”. Tras lo que Celso Amorim planteó sumar fuerzas al Frente Progresista Internacional que acaban de lanzar el ex candidato a las primarias demócrata para la presidencia de EEUU, Bernie Sanders, y el ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis. Los primeros en secundarle, la abogada guatemalteca Renata Ávila y el Director de Política Internacional del Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR) de Washington Alexander Main. “Creíamos que la Administración Trump, al menos, se inhibiría en política internacional dejando que otros desarrollaran el multilateralismo”, analizó Main, “pero no, impone en las instituciones su “America first” quejándose de tratos no ventajosos”.

Frente a EEUU, visto por todos como un actor en retroceso y poco fiable –aunque aún primera potencia mundial muy intervencionista en América Latina donde se habló de aumento de la perspectiva securitaria y armamentística-, Rusia trata de extender su influencia, aunque la potencia imparable parece ser China. Algo no interpretado de forma unívoca pues, si bien para Villepin, D’Alema y Amorim es motivo de esperanza por la política de contrapesos y “su diplomacia de seda” más respetuosa que la de EEUU o la UE, otros como Zapatero hablaron de su irrupción como causa de la crisis de 2008 y Cebrián, Ávila, Bourdon o el juez Garzón señalaron la falta de derechos y libertad.

La última de las dos mesas madrileñas, ante los 250 asistentes al auditorio Gabriela Mistral de Casa América empezó con aplausos para Renata Ávila al reclamar–como única ponente, igual que Marilena Chaui en Brasil- “contar con más mujeres para propiciar los cambios como puede hacer en Brasil el 27% de voto de mujeres negras”. Finalmente se recapitularon medidas prácticas: “Hay mecanismos para salir de esta coyuntura”, dijo Garzón: “controles democráticos, transparencia, más participación de la sociedad civil en las políticas económicas y sociales, empezar a confiar en políticos distintos a los que llevamos décadas diciendo que desconfiamos”.

“Yo veo tres frentes comunes a ciudadanos de China, Islandia, y todas partes”, resumió Renata Ávila: desigualdad, austeridad a atacar con los paraísos fiscales y el terrible nivel de encarcelamientos de pobres y líderes políticos de base, porque hay muchos Lulas en el mundo, mucho más invisibles cuyos proyectos políticos se destruyen encarcelándolos o asesinándolos” (Berta Cáceres y Marielle Franco fueron citadas).

“Nos estamos jugamos la democracia que nuestros abuelos y padres conquistaron con tanto sufrimiento. Una herencia para nuestros hijos que no tenemos derecho a destruir”, advirtió Ávila. “La inacción es complicidad con el avance fascista”.

 

Público